A la espera de la lucidez
Los lectores de este blog ya sabrán que uno de mis géneros favoritos en el cine son las películas románticas. Y uno de los más odiados porque la falta de ingenio o el sistema actual de producción de películas propicia que tengamos prácticamente fotocopias de argumentos con un mero intercambio de actores, y muchas veces ni eso.
Me gusta el género pero estoy muy cansado de ver como una pareja primero se odia, luego se dan cuentan que puede funcionar, después piensan que ya no pueden vivir el uno sin el otro pero es tarde porque tiene que coger un vuelo y en el último momento se besan y se quieren. Estoy harto de la música manipuladora en estas cintas que te dice qué sentir en cada momento y las caras de los actores que están para llevarse un cheque suculento. Nada más.
De vez en cuando surgen títulos entretenidos y otras verdaderas joyas. De la película que les quiero hablar hoy (a petición de @mdehesa) es una de esas películas que se instalan en el recuerdo y se recomiendan sin parar, una de esas cintas que más ha influido la forma de hacer género en estos últimos años aunque ninguna de las salidas a su encuentro (Dear John, The Vow, Cuando te encuentre…) ha sido capaz de igualar a El diario de Noa (The Notebook, 2004), una cinta tremendamente eficaz, bonita, entretenida y refrescante con grandes actores y capaz de emocionar a cualquier generación. Y eso no es nada sencillo.
El argumento es en parte sencillo y en otras hasta manido y repleto de tópicos. La historia trata de una pareja retratada en dos épocas de su vida diferentes: La actual con ellos ya mayores en una residencia de ancianos y con ella en un estado avanzado de Alzheimer que escucha con atención lo que él le lee en un diario: La historia de cuando ambos se conocieron y como lucharon contra cada adversidad (ella de buena familia y él obrero).
Seamos sinceros, el argumento podía ser el de un telefilme cualquiera y sin embargo nunca cae en eso porque en lugar de tratar de retratar la enfermedad u otros aspectos la cinta se deja llevar claramente por buscar el efecto en el espectador con una narración perfectamente pulida, sin escenas que sobren y con un amplio gusto por los detalles románticos que nunca terminan de caer en los tópicos y lugares comunes a los que de verdad pertenecen (la noria, el semáforo, el estanque, la lluvia…).